Los gimnasios son lugares encantadores. Te permiten ponerte en forma, romper los límites y lograr cosas que nunca creíste posibles.
Pero también son fosas negras malolientes y plagadas de gérmenes donde vemos lo peor de la humanidad, al descubierto en una congestión, aire fresco sin cueva de concreto.
Dueños de gimnasios, nos disculpamos, pero esta es la razón por la que su error es repugnante.